La técnica para obtener el vino de hielo requiere no sólo de una buena uva, sino de unas condiciones climáticas especiales. El resultado es excepcional. Dentro del mundo del vino existen
muchas técnicas para conseguir un sabor y un aroma fuera de lo común, trabajando desde el tipo de tierra en que se plantan las vides hasta el momento exacto de la vendimia. Uno de estos procesos no es demasiado conocido para el gran público, aunque se lleva practicando desde finales del siglo XVIII en países como Alemania o Italia, para conseguir un vino de un sabor y olor muy diferentes a los habituales.
Estamos hablando del vino de hielo, cuya principal característica es el momento de su vendimia, en el que se deja que las uvas sufran los primeros rigores del invierno, congelándose ligeramente. Cuando el grano de uva se hiela, pierde más agua y la concentración final de azúcar aumenta.
Es evidente que esta técnica comenzó a usarse en países de clima frío, pero con tradición vinícola importante, como Alemania, Francia o Canadá, usando las variedades típicas de la zona, como la riesling, o incluso la chardonnay. Con el tiempo, esta técnica especial se ha extendido a otras partes del mundo, y en España se practica en varias zonas del Penedés, Calatayud o La Seca.
La expansión del vino de hielo se dio a partir de los años 60 del siglo XX, momento en el que se desarrollaron varios elementos tecnológicos que ayudaron a una correcta vendimia y prensa de la uva helada, ya que el proceso de recogida de esta uva tiene que realizarse muy deprisa y en condiciones climáticas normalmente adversas. Además, se deja la uva más tiempo en la vid, lo que aumenta las probabilidades de sufrir plagas y otros problemas. De ahí también que su precio se haya mantenido durante muchos años en un rango bastante elevado.
El resultado final es un vino muy vivo, y que pese a la concentración de azúcar no resulta nada empalagoso en boca, ya que el proceso dota al conjunto de una fresca acidez. Tiene un aroma complejo y frutal con un buen cuerpo. Otra de sus características interesantes es que no suele ser muy alcohólico, oscilando entre los 7 y 12 grados, de manera habitual.
En cuanto al maridaje, el vino de hielo se suele indicar para acompañar postres, destacando al tomarlo con frutas, dulce o incluso un poco de foie. Pese a lo que indica su nombre, el vino de hielo se toma fresco, pero nunca por debajo de los 10 grados, ya que a esa temperatura perdería gran parte de sus agradables características organolépticas.