La trufa negra es uno de los alimentos más valorados del mundo. Apreciado por su olor y sabor excepcionales, es un elemento imprescindible para la alta cocina. Lejos quedan ya los días

en que la única manera de conseguir una buena trufa negra era caminar por el bosque acompañado de un cerdo o un perro especialmente entrenado para la recolección de este hongo tan valorado. Hoy en día no son pocas las superficies cultivadas a propósito y que han logrado extender su uso más allá de la cocina de los más ricos. Eso sí, su precio sigue siendo de los más altos del mercado.

Podemos encontrar trufa negra sobre todo en el sur de Francia, Italia y España, país que se ha convertido en uno de los mayores productores de trufa del mundo. Esta vive en perfecta armonía con encinas, robles o avellanos, guarnecida entre sus raíces. La época perfecta para recolectarla es al llegar el invierno, aunque ya a finales del otoño empieza a estar madura.

trufanegra

 

En cuanto a cómo se consume, las posibilidades de la trufa son muy amplias. Si bien su sabor final depende de la zona donde creció, la pluviosidad y el tipo de árbol, apenas encontraremos diferencias sin un paladar especialmente entrenado. Baste decir que su consumo se realiza bien en crudo o bien ya cocinada, dependiendo de la receta.

Se usan especialmente para dar un toque especial de olor y sabor. Para ello se cortan unas finas láminas de la trufa negra en crudo, que se dejan caer como último toque sobre el plato. De esta manera se da una nueva vida a platos de pasta, carne o pescado. Pero también se puede picar, majar o triturar. Sirve de base para hacer salsas y para acompañar guisos, e incluso sumergida en aceite proporciona luego un excelente aliño.

El consumo de la trufa en crudo es efímero, así que, si nos gastamos una buena cantidad de dinero en una, hay que tener en cuenta que permanecerá fresca apenas un par de semanas en nuestra nevera. Sin embargo, admite la congelación bastante bien, alargando su consumo hasta en diez meses.