Se cree que es medieval, se cree que es producto de un olvido, pero lo que se sabe es que es uno de los condimentos más apreciados del mundo; es el aceto balsámico tradicional de
Módena y es una genuina experiencia para todos los sentidos.
Se piensa habitualmente que su origen tiene lugar en época medieval, que es producto de un olvido de mosto de uva cocido en una noble alacena, pero las más antiguas referencias escritas que existen sobre el aceto balsámico datan de mediados del siglo XI y aparecen en el poema Vita Mathildis del monje benedictino Monk Donizone. Los versos de esta composición hablan de un paseo del futuro emperador Enrique II el Santo por el norte de Italia durante los últimos suspiros del verano del año 1046, una parada en la Piacenza y una petición al marqués Bonifacio III de Toscana, padre de Matilde de Canossa la Gran Condesa, para degustar algo de ese vinagre que tan bien había sido alabado.
La obtención de este vinagre empieza en el campo con la recolección de la materia prima, uvas de las variedades lambruschi y trebbiano minuciosamente cultivadas en la provincia de Módena, prosigue con el prensado de los granos y la cocción del mosto a fuego lento y tapa abierta, debiendo darse los pasos uno detrás de otro casi al mismo tiempo, y finalmente con el envejecimiento, llevado a cabo en pequeñas barricas de roble, fresno o castaño durante como mínimo una docena de años.
Cuando el mosto de uva cocinado alcanza su perfecta maduración en lo toneles, que puede llegar a ser de hasta cuatro décadas o incluso más, está listo para ser comercializado bajo el sello de la denominación de origen de Módena y disfrutado en platos de la más variada índole con su característico aroma, complejo, profundo y ligeramente, y su inconfundible sabor, equilibrado, tradicional y agridulce.