Esta particular forma de preparar la carne ha sido desde siempre un placer para solo unos pocos amantes de los sabores más intensos, convirtiéndose en un plato tan selecto como delicioso.
La leyenda nos lleva a pensar que el origen del steak tartar, o filete tártaro, se da en Oriente, ya que las primeras referencias a un plato parecido aparecen en el Libro de viajes de Marco Polo. Una visión posterior, que ya habla específicamente de los tártaros, nos habla de esta receta en el siglo XVII. Sin embargo, podríamos decir que el gran divulgador del steak tartar fue el escritor francés Julio Verne, quien incluyó esta comida en la novela Miguel Strogoff, a finales de 1875.
La receta del filete tártaro, tal y como la conocemos hoy en día, terminó de configurarse en los años 30 del siglo XX y se ha mantenido con algunas variantes hasta el día de hoy. Un buen steak tartar consiste en un plato compuesto de carne de ternera de primera calidad picada lo más fina posible. A esta carne se le añade cebolla picada, alcaparras, pimienta negra y salsa Worcestershire. Es muy común rematar la receta con una yema de huevo encima.
La salsa que se le añade es la gran variante en las recetas del filete tártaro. Se suele mezclar el huevo con mostaza, brandy y la salsa Worcestershire y añadirla a la carne, dejándola macerar en la nevera durante varias horas. Ni que decir tiene que este tipo de adiciones, junto con recetas que incluyen limón, tienden a cocinar levemente la carne, así que su uso viene determinado por la intensidad y calidad de la ternera que usemos.
También se puede cambiar el tipo de carne y no es raro encontrar steak tartar de buey, por ejemplo, e incluso se ha ido más allá con la creación del tartar de atún o de salmón, por no hablar de la invención del filete tártaro vegetariano a base de boletus. Una receta para los amantes de la intensidad y los sabores puros que se ha convertido en la especialidad de importantes restaurantes en todo el mundo.