El tiramisú, uno de los postres italianos más reconocidos dentro y fuera del país, está compuesto esencialmente por bizcocho de soletilla, bizcocho o galletas tostadas humedecidos con café,
una crema a base de huevos batidos y azúcar que se extiende sobre él, queso mascarpone que puede montarse junto a la nata anterior y cacao en polvo que, como toque final, se espolvorea por encima. Sin embargo estos son los ingredientes más básicos, los cimientos de una receta que no es única y llega a tener diferentes variantes geográficas y, también, personales. Así, por ejemplo, el producto sólido que se moja en la bebida hecha con la semilla del cafeto puede ser según a qué preparación le prestemos atención uno de los ingredientes que enumerábamos al principio, la crema que se esparce por encima del ingrediente anterior puede ser hecha solamente con las yemas de los huevos o emplear también la clara, el café puede sustituirse por chocolate o incluso sabores de frutas y se le puede añadir alguna bebida alcohólica, tradicionalmente el tradicional vino siciliano Marsala.
¿Por qué pese a tener los ingredientes más o menos claros no sabemos con seguridad cuál es la preparación más genuina? ¿Es por antiguo? ¿Es por qué su origen está disputado? La respuesta a la segunda es un probable no, a la tercera un rotundo sí y a la primera el motivo de este artículo.
Buscando los orígenes del tiramisú
Embarcarse en la empresa de cercar los orígenes de un plato, más si este es especialmente antiguo y las evidencias no son certeras, es un ejercicio de instinto, confianza y espíritu crítico, pero en el caso del tiramisú los expertos no dudan en señalar que se trata de una formulación moderna y no tradicional como su condición de clásico de la gastronomía italiana podría dejar suponer.
Esta presupuesta concepción contemporánea, basada en la ausencia de menciones a la receta en grandes compendios gastronómicos hasta la segunda mitad del siglo XX, no es motivo para que diferentes historias y leyendas quieran situar su origen en otro momento histórico y hayan podido ser tomadas como ciertas.
El tiramisú de Cosme III de Médici
La que más atrás en el tiempo sitúa la invención del tiramisú es la que lo explica como una ofrenda hacia finales del siglo XVII, en Siena, al por entonces Gran Duque de Toscana, Cosme III de Médici. Los pasteleros de la ciudad habrían decidido reflejar en un dulce las virtudes del aristócrata y para ello emplearon el café, recién llegado a Europa, como representante de su fuerza, el cacao como símbolo de su virilidad y el queso mascarpone como el de su humildad, un tridente que en compañía del resto de ingredientes tomaría el nombre de Sopa del Duque. La historia es tan interesante como creíble, pero prestando un poco de atención, fijándonos en las particularidades que en aquella época tenían los productos empleados, nos damos cuenta que no puede considerarse veraz.
Por un lado porque emplear huevos crudos en la elaboración de una crema por aquel entonces era un hecho demasiado complejo, inusual y sobre todo peligroso, dado los precarios métodos de conservación existentes y el consiguiente riesgo de salmonelosis; y por otro, porque encontrar en plena Toscana y en buen estado un queso tan tempranamente perecedero como el mascarpone, no especialmente cerca de la zona en la que se producía entonces, la Lombardía, no era lo habitual. Ambas circunstancias hacen difícilmente verídica la historia.
El tiramisú de Camillo Benso
La segunda leyenda más difundida en torno al tiramisú, que sitúa el surgimiento del postre en pleno siglo XIX, es la que atribuye su creación a una pastelería de la ciudad de Turín y la motivación a otro tributo, esta vez rendido al conde de Cavour, Camillo Paolo Filippo Giulio Benso, más conocido simplemente como Camillo Benso.
Este noble, político y estadista italiano fue el responsable de conseguir la unificación de los diversos estados en los que se encontraba dividida la península itálica, no sin oposición, gracias a su posición como ministro del reino de Piamonte y a la hábil política que lideró. Fue durante aquel proceso cuando, según cuenta esta historia, la repostería turinesa le ofreció el dulce como ayuda para llevar a cabo la gran empresa en la que se había embarcado.
Pese a lo patriótico e incluso emocionante que el relato pueda resultar, las razones para descartarlo pasan por parte de los motivos anteriores: preparar el tiramisú con los medios productivos disponibles entonces no era seguro para la salud y, seguramente con esto en cuenta, es improbable que una receta así terminase como sincero obsequio a una figura como la del conde de Cavour.
El tiramisú de los burdeles
Una tercera historia sobre el origen del tiramisú, situada temporalmente hace poco más de medio siglo y ubicada geográficamente en la parte este del norte de Italia, en la región del Véneto que tiene por capital Venecia, cuenta que el goloso tentempié vio la luz por primera vez en un burdel.
Según contó al Corriere della Sera el responsable de los restaurante Toulá, Arturo Filippini, en la década de los cincuenta los prostíbulos de la ciudad de Treviso, que por entonces tenían a un cocinero en nómina, comenzaron a ofrecer a sus clientes de manos de la madame un plato con supuestos efectos reconstituyentes e incluso afrodisíacos. El dulce era presentado ante los parroquianos prometiéndoles que los "llevaría arriba", que en dialecto véneto se expresaba con "te tira su". De ahí derivaría en "ti tira su" italiano y, al popularizarse, comenzaría a llamarse con el nombre que le quedó: tiramisú.
Los tiramisús más contemporáneos
Y aunque en ocasiones se defienden sus orígenes más románticos —incluso la narración más moderna y sórdida— lo cierto es que la verdadera historia del tiramisú es que no existe evidencia que pueda calificar un relato conocido como cierto.
En la revista italiana Vin Veneto:rivista trimestrale di vino, grappa, gastronomia e varia umanità del Veneto el gastrónomo Giuseppe Maffioli señalaba al chef pastelero Roberto "Loli" Linguanotto, del restaurante Alle Beccherie de Treviso, como su autor a finales de los 60. Este profesional con experiencia en Alemania, donde había trabajado especialmente con pasteles elaborados a partir de vino, quiso probar suerte recreándolo confeccionando un dulce con productos de la zona; el resultado fue llamado tiramisú, supuestamente por sus propiedades nutritivas y reparadoras, y se convirtió en todo un éxito.
El texto Cocina y tradiciones de Véneto, empleado en escuelas de hostelería, atribuye también al restaurante trevisano y a un cocinero con experiencia en la Europa Central el surgimiento de la torta. El propio Roberto, además, explica cómo lo concibió en su página web Tiramesu.it.
Pero no es el único repostero que asegura ser el creador del postre y uno de los más conocidos, especialmente tras su paso por las páginas del respetado periódico estadounidense The Washington Post, es Carminantonio Iannaccone. Según su versión todo comenzó tras formarse como pastelero en la sureña ciudad de Avellino y marcharse a Milán, con tan sólo 12 años, en busca de trabajo. En el norte de Italia terminó instalándose, formando una familia y abriendo, en 1969, su restaurante llamado Piedigrotta en, de nuevo, Treviso. En su cocina quiso hacer un guiño, según cuenta, a los sabores cotidianos de la región y con el clásico café, huevos, un poco de mascarpone, marsala y savoiardis, los bizcochos de soletilla, creó el tiramisú.
Un total de dos años le costó perfeccionar la receta de una elaboración que se servía como un pastel más y tan pronto como fue un rotundo éxito, popularizándose, fue imitada e incluso solicitada por otros restaurantes al propio Iannaccone. Ahora, desde su retiro de vuelta en Estados Unidos, asegura que nunca pensó que su idea iba a convertirse en clásico de la gastronomía italiana y mucho menos en motivo de disputa por su invención. Hace 40 años en un pequeño pueblo, asegura, nadie y menos él pensaba en guardar una prueba de algo que había creado.
Sea como fuere, sea cualquiera de las historias cierta o menos cierta, si en algo coinciden los historiadores y expertos gastronómicos locales es en señalar que su concepción es con toda probabilidad posterior a la segunda mitad del siglo XX y que Véneto fue, sin apenas discusión, el lugar de alumbramiento por mucho que la Toscana, el Piamonte y Friuli-Venecia Julia intenten disputarse tal honor.
Receta
Esta es la receta de Tiramisú que encontré en el libro Cucina Paradiso de Donato de Santis. Si bien Donato recomienda hacerlo con vainillas caseras, con las compradas funciona.
Ingredientes
- Huevos separados, 4
- Azúcar, 80 grs
- Queso mascarpone, 500 grs (o 250 grs de queso mascarpone y 250 de crema de leche) (receta aqui)
- Café expresso caliente mezclado con un vasito de licor de café, 1/2 litro
- Vainillas, 1 paquete grande
- Caco amargo, c/n
Paso a paso
- Preparar las vainillas por un lado, separar las yemas de las claras, preparar la fuente donde pondremos el postre y hacer el café bien fuertecito.
- Batir el queso mascarpone con la crema o la ricota, según lo que hayamos elegido.
- Poner en un bol el azúcar con las yemas y batirlas a baño María hasta que se pongan bien espumosas. Seguir batiendo fuera del fuego y, cuando se enfrían, agregarle el queso mascarpone y las claras batidas a punto nieve, de manera envolvente.
- Mojar ligeramente las vainillas en el café aromatizado con el licor y disponerlas en la fuente.
- Cubrir esta primera capa con crema y agregar otra de vainillas encima. Repetir dos veces la operación y colocar en la heladera por dos o tres horas.
- Al servir, espolvorear con cacao amargo en polvo en buena cantidad.